jueves, 6 de junio de 2019

Seis falsos mitos sobre la radiación y Chernóbil


Tomado de : Gonzalo López Sánchez@GonzaloSyldavia MADRID Diario ABC Para fines académico

Chernobyl, la exitosa serie de HBO, ha vuelto a traer a la actualidad el accidente que en 1986 conmovió al mundo. La explosión del reactor 4 provocó una terrible sucesión de acontecimientos que causaron muertes y cientos de miles de desplazamientos. La central nuclear emitió unas 400 veces más radiación que la liberada en la explosión nuclear de Hiroshima, en 1945. Pero hoy los lobos y los animales salvajes medran en la zona de exclusión de Chernóbil, mientras la población sufre los estragos de la depresión.
Aquel accidente se convirtió en un argumento fundamental para rechazar la energía nuclear, en un símbolo terrible del poder destructivo del ser humano y en un auténtico laboratorio del fin del mundo. La maestra Svieta Shmagailo tenía 12 años cuando le tocó vivir el accidente de la central, y se pregunta hoy en día qué vale más, la vida y el futuro, o una energía barata. Sin embargo, lo cierto es que entre todo lo que se dice hay muchos mitos, que los organismos oficiales y los estudios científicos no permiten sostener.
En general, y a pesar de las grandes cifras que se suelen esgrimir, oficialmente se asume que la catástrofe de Chernóbil provocó una treintena de muertes en el momento del accidente, y que podría causar hasta 9.000 en total a causa del aumento de la incidencia del cáncer, según Naciones Unidas. Además, se relaciona con 4.000 casos de cáncer de tiroides entre personas que eran niños o jóvenes, principalmente a causa del consumo de leche contaminada. El medio ambiente muestra claras señales de recuperación y apogeo tres décadas después de la explosión de la central. No se puede olvidar que la radiactividad es un fenómeno natural, y que cada año se estamos expuestos a una cierta dosis procedentes de múltiples orígenes.


1. Mito 1: Hubo una explosión nuclear

Algunos consideran que el accidente de Chernóbil fue resultado de una explosión nuclear, cuando uno de los reactores quedó fuera de control.
Pero esto es físicamente imposible. Tanto las centrales nucleares como algunas bombas atómicas utilizan uranio. El uranio natural tiene diferentes isótopos, que son variantes del mismo elemento con diferentes propiedades. El isótopo más abundante es el uranio-238, que se encuentra en una proporción mayor de 99%, mientras que el uranio-235 representa en torno al 0,72%, pero es el fisionable, es decir, es el que produce la energía al fragmentarse. Las centrales nucleares necesitan uranio-235 enriquecido al 2-5% y las bombas atómicas necesitan un enriquecimiento del 90%. Por ello, es imposible que una central nuclear experimente una explosión atómica.


Entonces, ¿qué ocurrió en Chernóbil? La explosión de la central nuclear, que se llamaba Vladímir Ilich Lenin, se produjo debido a varios fallos de diseño graves y a errores humanos, cuando se estaba tratando de hacer una prueba de seguridad. Con el test se pretendía comprobar si se podía enfriar el núcleo en caso de que se perdiera el suministro eléctrico externo. Las pruebas provocaron un aumento de potencia que no se pudo frenar y que provocó un severo sobrecalentamiento tanto del núcleo como del agua de refrigeración.
A la 01.24 del 26 de abril de 1986 hubo una explosión de vapor, cuando en brevísimos instantes se evaporó todo el agua de refrigeración del interior de la vasija del núcleo. La presión se elevó repentinamente y produjo una explosión que rompió los muros de contención. Dos o tres segundos después se produjo una explosión mucho más violenta, porque el aire del exterior entró en la vasija y reaccionó con el grafito, que en el reactor se usaba como moderador de neutrones y del que había presentes 2.500 toneladas.
Esto provocó un incendio y una gran explosión, que tuvo una potencia equivalente a la de cuatro toneladas de TNT. La detonación hizo saltar la tapa del reactor, de 2.500 toneladas de peso, destruyendo el edificio del reactor, extendiendo los incendios y expulsando al exterior combustible nuclear y productos de la fisión nuclear. La explosión dejó el reactor completamente expuesto, con un incendio de grafito, lo que permitió que los residuos contaminantes ascendieran a la atmósfera y fueran esparcidos por el viento.
Se estima que se liberaron a la atmósfera un centenar de radionucleidos diferentes, cada uno caracterizado por tener un distinto tiempo de permanencia en el medio ambiente y un diferente poder tóxico.
2. Mito 2: Murieron miles de personas

El accidente de Chernóbil es el mayor accidente nuclear de la historia y el primer argumento esgrimido en contra de la energía nuclear. Junto con Fukushima (2011), es el único incidente de nivel siete en la escala internacional de accidentes nucleares.
¿Qué dicen los datos oficiales? En Chernóbil, murieron 31 personas a causa del propio accidente. Dos operarios murieron con el estallido. 29 bomberos, que acudieron a sofocar el incendio, murieron a causa del Síndrome Agudo por Radiación, en el que exposiciones muy breves a dosis muy altas de radiación provocan graves efectos sobre la salud.
A partir de aquí, no existe consenso sobre cuántas víctimas causó Chernóbil a largo plazo, en gran parte a causa de las dificultades de hacer estudios epidemiológicos, y porque la variación habitual en las tasas de mortalidad a causa de cáncer enmascararían estos efectos. No existen datos fiables sobre la salud de las regiones afectadas anteriores a 1986, no se conocen las dosis de radiación a las que estuvieron expuestos todos los individuos y no hay grupos de control con los que hacer comparaciones.
Según el UNSCEAR («Comité Científico de Naciones Unidas sobre los Efectos de la Radiación Atómica»): «No hay evidencias científicas de un aumento general de la incidencia de cáncer o de las tasas de mortalidad (...) que se puedan relacionar con la exposición a la radiación».
Sin embargo, se han elaborado predicciones sobre los efectos de la radiación a largo plazo a partir de lo aprendido entre los supervivientes de Hiroshima y Nagasaki.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estimó en 4.000 el número de víctimas mortales que producirá Chernóbil a largo plazo, entre las personas expuestas a altas dosis de radiación en Ucrania, Rusia Bielorrusia. Más tarde, incluyó las víctimas que provocará la exposición a niveles de radiación más bajos, y elevó la cifra hasta las 9.000 víctimas mortales.
Un estudio publicado en International Journal of Cancer elevó hasta 16.000 las muertes que producirá Chernóbil en toda Europa, mientras que un informe de Fairlie y Summer presenta una estimación es de 30.000 a 60.000.
Según el informe « Chernobyl´s Legacy: health, Environmental and Socio-Economic Impacts», elaborado por el Organismo Internacional de la Energía Atómica (IAEA) y otros organismos de Naciones Unidas, así como el Banco Mundial y los gobiernos de Bielorrusia, Ucrania y Rusia: «Es imposible afirmar con fiabilidad y cualquier precisión el número de cánceres fatales causados por la exposición debida al accidente de Chernóbil, o incluso el impacto sobre el estrés y la ansiedad inducida por el accidente o la respuesta a este».
Alcoholismo y depresión
Varios estudios epidemiológicos  sí que han podido relacionar la salud mental con el accidente, el desplazamiento de los evacuados y el miedo a la radiación. Se han registrado 50.000 muertes asociadas con alcoholismo y depresión durante las décadas posteriores al accidente y unos 100.000 casos de abortos innecesarios.
Estas cifras están relacionadas con la evacuación y reasentamiento de 340.000 personas, y con el hecho de que se considera que cinco millones de personas viven en zonas contaminadas.
3. Mito 3: Hubo cientos de miles de casos de cáncer
Al igual que se habla de miles de muertes, también se dice que Chernóbil ha provocado y provocará cientos de miles de casos de cáncer. Pero lo cierto es que no hay estudios científicos que hayan podido relacionar de forma fiable la incidencia de cáncer con el accidente nuclear.
Según subraya el informe « Chernobyl´s Legacy: health, Environmental and Socio-Economic Impacts», «la ausencia de un incremento demostrado de la incidencia de cáncer –aparte del cáncer de tiroides– no es prueba de que no haya ocurrido un incremento. Ese incremento, sin embargo, debe de ser difícil de identificar dada la ausencia de estudios epidemiológicos cuidadosos y a gran escala con estimaciones individuales sobre las dosis de radiación».
La única excepción es el cáncer de tiroides entre los niños, causado sobre todo por la ingesta de leche contaminada. Entre 1992 y 2002 se diagnosticaron más de 4.000 casos de cáncer de tiroides entre aquellos que eran niños o jóvenes en el momento del accidente. La mayoría fue tratado y evolucionó favorablemente, pero 15 fallecieron .
El panel internacional que elaboró este informe predice que, entre las 600.000 personas que recibieron dosis más altas (entre liquidadores que trabajaron entre 1986 y 1987, evacuados y residentes en las áreas más contaminadas), el «posible incremento de mortalidad a causa del cáncer debido a esta exposición debe rondar unos cuantos puntos porcentuales».
En otras palabras, consideran que podría causar hasta 4.000 cánceres fatales más aparte de los 100.000 causados por otras causas en esa población. Se considera que el 5% de las muertes registradas entre 1991 y 1998 entre 61.000 liquidadores que participaron en las tareas de limpieza son debidas a la exposición a la radiación.
En cuanto a los cinco millones de habitantes que viven en zonas contaminadas, se espera que el aumento de mortalidad a causa del cáncer sea inferior al uno por ciento.
4. Mito 4: Las dosis de radiación fueron altísimas

La percepción general es que Chernóbil produjo una enorme contaminación sobre las personas, pero la realidad es más compleja. Por una parte hay que distinguir entre efectos acumulados y puntuales, y, por otra, tener en cuenta dónde estaban los afectados en el momento del accidente y en meses y años posteriores.
Con la excepción de los operarios y los trabajadores de emergencias, que estuvieron presentes o bien en el momento del accidente o bien poco de tiempo después, la mayor parte de la población solo recibió dosis de radiación relativamente bajas, «comparables a la radiación de fondo acumulada en un periodo de 20 años», explica el informe « Chernobyl´s Legacy: health, Environmental and Socio-Economic Impacts».
1.000 personas estuvieron expuestas a las mayores dosis, que oscilan entre los 2 y los 20 grays (Gy). Un Gy mide la dosis absorbida procedente de una radiación ionizante en un determinado material. Una dosis de más de un Gy puede provocar el síndrome agudo de radiación, una enfermedad grave cuyos síntomas son náuseas y vómitos, diarrea, sangrado, pérdida de cabello o problemas de la piel. En los casos más graves, provoca la muerte.
El consumo de comida y leche contaminadas llevó a exposiciones a la radiación ionizante, a causa del isótopo 131 del yodo, de 50 Gy en el tiroides de algunos pacientes.
Para saber los efectos que tuvo la radiación meses y años después, es necesario hablar de otras unidades: los sieverts (Sv). Estos expresan la dosis efectiva, que marca el riesgo para la salud de cualquier combinación de radiaciones, sobre todo a través del cáncer y otros efectos genéticos.
Según el UNSCEAR, la exposición media a radiación anual en el mundo es de 2,4 mSv, si bien se oscila fácilmente de uno a 10 mSv. Por ello, en toda la vida, se acumulan de 100 a 700 mSv.
Radiación acumulada
En Chernóbil hubo trabajadores que llegaron a estar expuestos a radiaciones de más de 500 mSv, pero la media fue de 100 mSv. En cuanto a las personas evacuadas en verano de 1986, las dosis medias son del orden de 33 mSv, aunque en ciertos casos se llegó a varios cientos de mSv.
Entre 1986 y 2005 se estima que la acumulación de radionucleidos (los distintos residuos liberados por la central), sobre todo cesio 137, llevó a recibir una dosis efectiva de 10 a 30 mSv en zonas contaminadas.
Por último, la mayoría de las cinco millones de personas que viven en zonas contaminadas están expuestas solo a un mSv adicional.
5. Mito 5: Chernóbil no se podrá habitar
Chernóbil se suele ver como una zona cero a la que es imposible acercarse. Pero, la realidad, de nuevo, es más compleja. Por ejemplo, después del accidente, los otros tres reactores de la central siguieron trabajando durante años, gracias al esfuerzo de cerca de 3.000 trabajadores. En la actualidad, la región es una atracción turística: en 2018 fue visitada por 60.000 personas.
En el momento del accidente, la naturaleza sufrió un importante impacto, y pocos animales sobrevivieron a las dosis más altas de radiación. Una de las partes más afectadas es el «bosque rojo», un pinar en el que los árboles murieron al instante.
Por ello, después del accidente se asumió que la zona de exclusión se convertiría en un desierto para la vida. Como muchos de los compuestos radiactivos liberados en el accidente tardan años, décadas o más en perder su poder, se supuso que el área iba a quedar deshabitada durante siglos.
Sin embargo, tres décadas después del accidente, varios estudios científicos han sorprendido al mostrar la abundancia y el aparente buen estado de salud de los animales que viven en la zona de exclusión, que lleva 30 años libre de la presencia humana.

Un edén post-radiactivo
Junto a los árboles creciendo en ciudades, las manadas de caballos y de lobos se extienden por allí como si se tratara de un peculiar edén post-radiactivo.
Actualmente, viven en la zona de exclusión al menos 400 especies de vertebrados, 50 de ellas dentro de la lista roja europea de especies amenazadas, entre las que hay osos, bisontes y linces. Allí se alimentan y viven raras especies como el águila de cola blanca o el águila moteada. Hay cientos de familias de castores y el caballo salvaje de Prezewalski, en peligro de extinción, ha logrado asentarse.
Muchos trabajos han confirmado la ausencia general de efectos negativos de la radiación sobre las poblaciones de animales y plantas de Chernóbil. Se han encontrado abundantes poblaciones de todas las especies, incluso en áreas muy contaminadas, e incluso indicios de respuesta adaptativas de los animales a la radiación.
Todo esto podría ocurrir por dos motivos: o bien los organismos son mucho más resistentes a la radiación de lo que se pensaba, o bien se estén adaptando a la contaminación.
Sea como sea, parece que sin actividades como la caza, la agricultura, la construcción de carreteras o la tala de árboles, la naturaleza florece con fuerza, incluso a pesar de la radiactividad. Esto indica, según varios expertos, que la presión de las actividades humanas es más negativa a medio plazo para la fauna que un accidente nuclear.
6. Mito 6: La radiación es muy peligrosa

Normalmente, el término de radiación se usa como sinónimo del concepto de radiactividad, pero en realidad no son lo mismo.
La radiación ocurre cuando una partícula o una onda viaja por el espacio (por el vacío, a la velocidad de la luz), y es consecuencia de varios procesos, entre ellos la radiactividad.
La radiación puede ser no-ionizante, lo que incluye la luz, las ondas de radio o lo que percibimos como calor, ionizante, que tiene la capacidad de arrebatarle electrones a los átomos, o estar en forma de neutrones. Por tanto, la peligrosidad de la radiación depende de su naturaleza, del tiempo de exposición y del tejido afectado.
Por otro lado, la radiactividad es el proceso por el cual los núcleos atómicos inestables decaen y se reorganizan, a causa de un desequilibrio entre el número de protones y neutrones que contienen.
El poder de penetración de la radiación
Esta reorganización puede ocurrir de varias formas, como la fisión, la liberación de neutrones, el decaimiento alfa (se libera un núcleo de helio, con dos neutrones y dos protones), el decaimiento beta (se libera un electrón o un positrón) o el decaimiento gamma (se libera energía en forma de radiación gamma).
La radiación gamma (al igual que los rayos X), se caracteriza por tener un alto poder de penetración y por ser solo frenada por materiales muy densos, como el plomo o gruesas capas de hormigón.
Sin embargo, las otras formas de radiación, que dependen de partículas, se pueden frenar más fácilmente. Las partículas alfa se pueden frenar con una hoja de papel, y las beta con unos pocos milímetros de metal o plástico. Los neutrones, por otra parte, son más peligrosos, y solo pueden ser frenados por ciertos materiales como el grafito o el agua.
Por todo esto, el peligro de Chernóbil adopta varias formas en función del origen de la radiación. Los alrededores de la central fueron arrasados por radiación gamma en el momento del accidente, pero décadas después ciertos isótopos siguen liberando partículas capaces de dañar los tejidos.
Todas estas formas de radiación y radiactividad ocurren de forma natural y forman eso que se denomina como radiación de fondo. Esta procede de explosiones de supernovas, del Sol o de las rocas, entre otras muchas cosas.