jueves, 26 de octubre de 2017

¿Por qué somos diestros o zurdos? Escribir con una u otra mano es una cuestión genética. La clave de todo está en el cerebro.

Diestros o zurdos
“La parte izquierda del cerebro controla la derecha”, José Ramón Alonso.
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EL TIEMPO
 
18 de octubre 2017 , 12:38 a.m.
Si hacer las cosas “al derecho” significa hacerlas bien y “ser diestro” es sinónimo de ser hábil, entonces el lenguaje no es tan amable cuando se refiere a la izquierda. Así, el término “sinister”, que en latín significa izquierdo, ha derivado en la palabra “siniestro”, que se asocia con algo malo. 

De hecho, hasta los años 60 del siglo XX, a los niños zurdos se les trataba de “corregir” y se les obligaba a escribir y a hacer el resto de las tareas con la mano derecha.
Pronto los científicos detectaron que eso era un error. “Eliminar la zurdera no supone ningún beneficio, por eso dejó de hacerse”, manifiesta José Ramón Alonso, catedrático de Biología en la Universidad de Salamanca y director del Laboratorio de Plasticidad Neuronal y Neurorreparación del Instituto de Neurociencias de Castilla y León.
Falsos mitos
Pero, ¿qué determina que seamos diestros o zurdos? El profesor Alonso subraya: “Curiosamente somos diestros porque nuestro cerebro es zurdo”. 

El neurocientífico explica que hay un hemisferio cerebral dominante y, en la mayoría de las personas, es el izquierdo. “Por decirlo de una manera sencilla, la parte izquierda del cerebro controla la parte derecha del cuerpo”, apunta.

“La idea más aceptada sobre el origen de la zurdera es que se basa en un vínculo con el procesamiento del lenguaje. El uso de la mano y la producción del habla son dos actividades que requieren un control muscular fino y preciso y una alta actividad cerebral con un fuerte consumo energético. Una posibilidad es que fuese más eficaz, evolutivamente, concentrar ambas funciones en el mismo hemisferio que tenerlas dispersas por toda la corteza cerebral”, relata.

“Dado que la mayoría tiene las funciones del lenguaje localizadas en el hemisferio izquierdo, la mayoría de los centros que gobiernan la motricidad fina de la mano se localizarían en el mismo hemisferio, lo que implica que la mayoría de la gente sea diestra”, expone.

Sin embargo, Alonso precisa que lo contrario no se cumple. “Los zurdos tienen una organización cortical mucho más heterogénea, donde el área de procesamiento de las palabras puede estar en el lado izquierdo, en el derecho o en ambos”, apunta.

El científico explica que “tanto la asimetría cerebral como la preferencia de mano, son tendencias heredables y se supone que hay al menos cuarenta genes que influyen en que seamos diestros o zurdos”. 
“El grupo de William Brandler de la Universidad de Oxford ha estudiado estos genes implicados en la preferencia de mano y uno de ellos, el llamado PCSK6, es el que mostraba una correlación más clara. Este gen tiene un papel crucial en la aparición de la asimetría corporal durante el desarrollo fetal. Si se muta experimentalmente en ratones, el resultado es que el roedor tiene los órganos en el lado contrario del cuerpo, de modo que el corazón está en el lado derecho y el hígado en el izquierdo”, describe. 

Alonso añade que todas las mutaciones comunes que se relacionan con la preferencia en el uso de una mano tienen que ver con genes implicados en la asimetría corporal.
Investigaciones
Hay un gran número de estudios sobre la zurdera, algunos con resultados sorprendentes, como el que señala que los zurdos morían más jóvenes. No obstante, existe una explicación lógica. “Hace 100 años se corregía la zurdera por lo que la proporción de zurdos era del 2 por ciento. Sin embargo, desde los años 60 esto ya no se hace y la proporción de zurdos está en torno al 12 por ciento. Así, algo tan llamativo se basa en que en la población joven hay más zurdos y, por lo tanto, entre quienes mueren jóvenes hay más zurdos que entre quienes mueren a los 90 años”, describe Alonso.
Los zurdos no mueren más que los diestros ni lo hacen a edades más tempranas, aunque hay alguna excepción. “Un estudio que se hizo con ingleses mostró que los zurdos habían muerto más durante las dos guerras mundiales. Pero si nos fijamos en cómo es un fusil Mauser, el cerrojo, que es con lo que recargas el arma, se maneja con la mano derecha. Por lo tanto, los zurdos tenían más dificultades para utilizarlo”, aclara.

“Existe una importante cantidad de estudios sobre la zurdera, algunos abordados con imparcialidad y seriedad y otros con menos rigor. Además, abundan mitos en relación con los zurdos que surgen cada cierto tiempo y se extienden con rapidez”, concluye el especialista.
Ser zurdo en un mundo diestro
El profesor José Ramón Alonso señala que en algunos países aún se sigue intentando eliminar la “zurdera”. “En China se sigue viendo mal a alguien que usa esta mano y a los niños se les corrige. De hecho, el porcentaje de zurdos en China es menor que en los países occidentales”, apunta. 

“Las encuestas realizadas entre estudiantes chinos desde los años 80 del siglo XX reflejan que menos del 1 por ciento de ellos son zurdos. Esta es una cifra demasiado baja, dado que entre 10 y el 12 por ciento de los humanos son zocatos”, indica Howard Kushner, profesor emérito de Ciencias del Comportamiento en la Universidad Emory de Atlanta, en su artículo ‘¿Por qué (casi) no hay zurdos en China?’.

Si bien en los países occidentales a los niños ya no se les “corrige” la zurdera, quienes usan su mano izquierda han de adaptarse a un mundo diseñado para diestros
Así, utilizar objetos cotidianos como las tijeras, el ratón del computador o la palanca de cambios del automóvil les suponen ciertos problemas. Pese a todo, a los zurdos no les ha ido nada mal, pues personajes célebres en la actualidad como Barack Obama, Bill Gates, Bruce Willis o Julia Roberts, entre muchos otros, lo son, al igual que otros personajes históricos como Marilyn Monroe, Charlie Chaplin y mención aparte merece el tenista Rafael Nadal que, aunque es diestro para todo lo demás, utiliza la raqueta con la izquierda.

En este sentido, José Ramón Alonso, que también es autor del blog “Neurociencia en español” aclara que, además de diestros y zurdos, “hay personas ambidextras, que usan igualmente ambas manos, y de preferencia mixta, que son los que para una tarea, por ejemplo escribir, prefieren una mano y para otras cosas prefieren la otra”.

El especialista explica que somos mayoritariamente diestros desde hace muchos milenios y no solo los homo sapiens. “Los esqueletos de los neandertales muestran que los huesos de los brazos derechos y los hombros derechos son más robustos, lo que sugiere un uso predominante de esa mano. 

Los cráneos del homo heidelbergensis encontrados en Atapuerca (Burgos, España) muestran marcas en los dientes que se suponen hechas al sujetar un trozo de carne con los dientes y cortarlo con una piedra afilada. 

El ángulo de las marcas indicaría que la herramienta de cortar era manejada con la mano derecha. Por tanto, los registros fósiles de este y otros lugares sugieren que los homínidos eran también diestros y esa preferencia tiene al menos un millón de años de antigüedad”, destaca.

PURIFICACIÓN LEÓN
Efe/Reportajes

viernes, 6 de octubre de 2017

Peleando contra las soluciones

 
29 de septiembre 2017 , 12:00 a.m.
Hay problemas, problemitas y problemotes, pero el problema mayor de la humanidad es cómo darles de comer a 7.500 millones de personas (para el 2050, 9.000) sin destruir el planeta en el intento. El acercamiento científico es la mejor forma de resolver ese tipo de problemas. Es un razonamiento sano, que no nos deja engañarnos a nosotros mismos por más que nos empeñemos. Nos recuerda que no se piensa con el corazón ni con la boca del estómago, sino con el cerebro.
Hace poco, en medio de ataques insensatos contra las vacunas (ejemplo de cómo atacar las soluciones) se dieron otros, tal vez por analogía tecnológica, acusando a los organismos transgénicos de los más curiosos males. Una nutricionista afirmó por radio que el aumento de alergias contra el gluten se debía al trigo transgénico que consumíamos. Su argumento tenía dos pequeñas fallas: la primera, que no se ha demostrado ningún aumento real de esa alergia; la segunda, que no consumimos trigo transgénico. Para ella, el culpable de un aumento que no existe fue un consumo que no se dio.

Esa lógica extraña se repite en ataques a muchas soluciones que la biotecnología le ha venido dando al ‘problema mayor’. Hay que recordarles a quienes tienen horror sagrado a la transferencia de genes entre especies que esta se ha dado siempre espontáneamente en la naturaleza y que todas las plantas domesticadas (ancestralmente) han sufrido procesos de selección artificial que han cambiado sus propiedades.
A quienes temen por la salud se les debe recordar que algunos de esos productos, como la soya, el maíz y el algodón, son ya consumidos masivamente hace más de 20 años en todo el mundo, que hay más de 2.000 millones de hectáreas sembradas con ellos y que varios miles de millones de personas los hemos consumido (sí, ustedes también), sin ningún reporte verificable de que hagan daño. Las pruebas que les exigen las autoridades sanitarias son mucho más estrictas que las de otros cultivos. Algunos transgénicos mejoran las cualidades nutritivas del alimento aumentando su contenido de proteínas o suplementándolo con vitaminas ausentes en algunas dietas.

Pero, los transgénicos no son el único producto tecnológico que está transformando la agricultura. Se desarrollan, por ejemplo, tecnologías digitales que permiten dosificar, por goteo local, los herbicidas. Hoy hay drones que fotografían las parcelas y guían a los aspersores de los tractores para que fumiguen las malezas individualmente, disminuyendo al mínimo la contaminación. La química se ha sofisticado con productos cada vez más específicos para las plagas y más inocuos para los demás.

Algo de lo dicho acá muestra el potencial único, no suficientemente enfatizado, que tiene la nueva tecnología agrícola para proteger el medioambiente. La expansión de la frontera agrícola a costa de bosques y páramos solo se puede controlar aumentando la productividad de las tierras actualmente en uso y la posibilidad de usar otras hoy desérticas. Los abonos nitrogenados contaminantes podrán desaparecer con recombinantes que usen el nitrógeno del aire. Hay tecnologías que disminuyen el uso de plaguicidas y se complementan con bacterias que los degradan en el suelo.

Quienes abogan por un regreso a las “condiciones naturales” y a técnicas ancestrales deben saber que estas eran sostenibles (y no siempre) en poblaciones muy pequeñas y que morían jóvenes. Los cazadores-agricultores debían migrar, tumbando bosque de parcela en parcela, a medida que se agotaban. Hoy, eso no es posible: la parcela más próxima queda en Marte y no es buena. Ojalá que entre los planes de Minagricultura para el posconflicto haya mucha transferencia de tecnología y poca magia.