viernes, 28 de octubre de 2016

Por qué los tomates pierden sabor en el frigorífico Las temperaturas inferiores a 12ºC pueden hacer que los frutos estén frescos, pero se vuelven insípidos



ABC.ES Madrid - Actualizado: Guardado en: Ciencia

El tomate ya no sabe a nada. ¿Cuántas veces lo ha pensado con cara de disgusto mirando unos restos rojos en el plato? Parte de la culpa la tiene el frigorífico, el de su casa y, por supuesto, el del almacenaje antes de llegar al supermercado. Un estudio publicado en la revista Proccedings of the National Academy of Sciences de EE.UU. comprueba cómo el frío afecta a la actividad de algunos de sus genes y, en consecuencia, al sabor de estos frutos. Las temperaturas inferiores a 12ºC (posiblemente la cámara de su electrodoméstico ronde los 4ºC o menos) puede hacer que los tomates estén muy frescos, pero dificultan las enzimas que ayudan a sintetizar los compuestos aromáticos volátiles, muy importantes para que sean gustosos, y el resultado es relativamente insípido.
Para descubrir las bases genéticas de la pérdida de sabor asociada al enfriamiento, Harry Klee, de la Universidad de Florida, y sus colegas conservaron distintas variedades puras de tomates maduros rojos a 5°C durante 1, 3 ó 7 días, después de lo cual los frutos fueron transferidos a 20ºC durante 1 o 3 días. 
La medición de los compuestos volátiles reveló que siete días después de la exposición al frío se redujeron los niveles en hasta un 65%. Tres días de recuperación a la temperatura más alta no pudieron restaurar los volátiles a niveles normales. Un grupo de 76 consumidores juzgaron los tomates conservados a 20°C después de una semana de refrigeración mucho menos sabrosos que los cosechados un día antes de su consumo. 
Aunque el contenido de azúcar y ácido de los frutos se mantuvo en gran parte inalterado, la refrigeración redujo la expresión de varios genes implicados en la síntesis de volátiles, así como el interruptor del gen RIN, la acción epigenética ligada a la maduración del fruto, entre otros factores. 
Como para muchísima gente es difícil consumir tomate que vaya prácticamente de la huerta a la mesa, los investigadores se plantean ahora estudiar en el laboratorio cómo conseguir que el tomate siga sabiendo a tomate aunque tenga que pasar unos días en el frigorífico.

viernes, 14 de octubre de 2016

El placer ayuda a que nunca olvides una cara

El circuito de recompensa de la dopamina parece estar relacionado con la capacidad de recordar los rasgos de otras personas
En concreto, parece que la sensibilidad frente a la dopamina de una estructura cerebral está positivamente relacionada con esta competencia
En concreto, parece que la sensibilidad frente a la dopamina de una estructura cerebral está positivamente relacionada con esta competencia - ABC
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La química del cerebro tiene un papel muy importante en el amor y los gustos. En este sentido, una de las sustancias más destacables es la dopamina, una hormona que se libera durante el enamoramiento y que participa en los mecanismos cerebrales de recompensa y de motivación. Estos influyen en que algunas acciones, como dar un beso o comer, nos resulten placenteras, o en que desarrollemos alguna adicción.
Aún hay más. Según un estudio publicado recientemente en «The Journal of Neuroscience», la dopamina tiene una nueva función: parece estar relacionada con la habilidad del cerebro de reconocer las caras de las personas.
«Hay una relación íntima entre el reconocimiento de caras y el sistema de recompensa», ha dicho en un comunicado Bart Rypma, investigador en la Universidad de Texas (Dallas, Estados Unidos). «Por ejemplo, puedes imaginar que cuanto más sensible sea alguien a las recompensas sociales, mejor se sentirá cuando interacciones con caras familiares».
El estudio concluyó que la relación entre la cantidad de dopamina y la actividad del giro fusiforme, una parte del cerebro, estaban muy directamente relacionadas con la capacidad de reconocer caras. Y que, en aquellas con mayor actividad en esa región por unidad de dopamina, su competencia en reconocer caras era mayor.
Para llegar a estas conclusiones, los investigadores recurrieron a dos técnicas capaces de estimar la actividad cerebral: la tomografía de emisión de positrones (PET) y la resonancia magnética.
En concreto, se pidió a 20 personas que mirasen 24 caras y que tratasen de recordarlas. Luego se les presentó mezclas de estas caras, y se les pidió que dijeran si les resultaban familiares o no, a la vez que medían su actividad cerebral (con la resonancia) y sus niveles de dopamina (con el PET).
Los investigadores creen que el hecho de que la respuesta del cerebro sea más o menos sensible a los niveles de dopamina es clave para entender por qué recordamos algunas caras y otras no. Así que ahora tratarán de seguir investigando este asunto para entender cómo se relacionan procesos cognitivos, químicos y sociales.