Pasko Rakic es
director del Departamento de Neurbiología y del Instituto Kavli de la
Universidad de Yale. Es experto en el desarrollo del cerebro. Su
carrera como investigador comenzó en 1962 con un trabajo que ha hecho historia.
Demostró que las neuronas de la corteza cerebral, la parte más
evolucionada de nuestro cerebro, se originan fuera de esa estructura y desde
allí emprenden un «largo viaje» hasta su destino.
Publica asiduamente en revistas del prestigio de
«Science» o «Nature» y su trabajo tiene un gran impacto, con casi de 45.000
citas. Entre sus muchos galardones destaca el Premio Kavli, el más prestigioso en
Neurociencia. Rakic ha visitado Madrid invitado por la Cátedra
UAM-Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno, que dirige la doctora Carmen
Cavada. Durante su estancia ha recibido también el diploma del
Instituto Cajal-CSIC.
-El eterno debate, genes o entorno, ¿qué influye
más en el cerebro?
-Mucha gente me hace esa pregunta y yo les digo que los
genes influyen el 100%. ¿Significa eso que el entorno en
que crecemos no tiene importancia? No. También tiene una influencia del
100%. Tal vez la pregunta está mal planteada. Más bien habría que
preguntarse quién actúa primero. Obviamente los genes, porque el entorno debe
tener algo sobre lo que actuar, en este caso el cerebro, que se forma por la
combinación de los genes de nuestros padres. Los genes nos dan las
oportunidades y el entorno nos permite hacerlas realidad.
-Nacemos con muchas más neuronas y luego perdemos
gran parte de ellas desde la infancia, ¿por qué?
-No lo sabemos, pero podemos intuirlo. En biología
nada está preestablecido. Vivimos un mundo cambiante, con muchas cosas que
asimilar. La evolución produce neuronas en exceso y luego las selecciona. Si
algo es bueno queda fijado en las conexiones entre las neuronas, y si esas
conexiones y neuronas no se usan se eliminan. El exceso de conexiones podría
estar justificado porque en los primeros años tenemos toda la vida por delante para
almacenar experiencias.
-Aunque se habla mucho de la neurogénesis, usted
sostiene que tras el nacimiento no nacen más neuronas en la corteza cerebral
humana...
-Todas las evidencias indican que no hay neuronas
nuevas en la corteza cerebral humana, a diferencia de otras especies. Tal vez
en el hipocampo, pero no en cantidad significativa. Pero esto no es
necesariamente negativo. Es muy positivo. Es el precio que pagamos por tener
una memoria estable. Las neuronas de la corteza cerebral que estamos utilizando
ahora nacieron cuando estábamos en el útero materno. Tienen nuestra misma edad
y han ido adquiriendo experiencia y aprendido con nosotros. Si las
reemplazáramos perderíamos esa experiencia y los recuerdos que guardan.
-¿Cómo cuidarlas entonces?
-Igual que los músculos se debilitan si no se
ejercitan, con las neuronas pasa igual. O las usas o las pierdes. Y por
supuesto hay que evitar exponerse a factores dañinos, como drogas o alcohol.
-¿Y cuando esas sustancias se consumen durante el
embarazo?
-Interfieren con la migración celular, el proceso
por el que, antes del nacimiento, cada neurona se coloca en el lugar que
corresponde en el momento adecuado. Esto determina su estructura, función y las
conexiones con otras células. Sustancias como el alcohol o la cocaína afectan a
este proceso de migración y por tanto al correcto funcionamiento del cerebro.
-¿Tiene futuro la terapia con células madre en el
cerebro?
-Su uso terapéutico es complicado en cualquier
órgano, pero en el cerebro mucho más. En el hígado, por ejemplo, se pueden
sustituir unas células por otras nuevas y harán la misma función que las
antiguas. En el cerebro esto no ocurre, porque la función y conexiones de cada
célula dependen del lugar concreto que ocupa. Si reemplazamos las neuronas de
una persona de 50 años por otras nuevas, como decía antes, tendría que volver a
la escuela o la Universidad, incluso aprender a hablar y recuperar lo que adquirió
en todos esos años. Por eso pienso que el uso de células madre en el cerebro es
un reto mucho mayor que en otros órganos.
-Y las neuronas derivadas de la piel, ¿qué
potencial tienen?
-Para investigación son muy útiles, porque se puede
tomar células de la piel de una persona con esquizofrenia, por ejemplo, y de
una persona normal, transformarlas en neuronas y exponerlas a diferentes
influencias ambientales, toxinas, rayos X, etcétera, y ver qué ocurre y cómo
responden. Pero como uso terapéutico, por las mismas razones que en el caso
anterior, no estoy seguro de que funcionen.
Los niños pierden 100.000 sinapsis por segundo, señala Pasko Rakic. Y lo repite acompañándolo
con un chasquido de dedos, «otras cien mil». Esas conexiones entre neuronas son
fundamentales para adquirir nuevas habilidades de cualquier tipo. Por eso
abundan en el cerebro joven, esperando una oportunidad. En la naturaleza prima
la economía. O «las usas o las pierdes», resalta. Este es el motivo por el que
los primeros años de vida son críticos para el aprendizaje. Y como aficionado
al tenis lo ilustra con este ejemplo: «Ningún campeón de Wimbledon empezó a jugar
a los 20 años. Todos empezaron en la niñez, entre los 6 y 10 años. Si se
empieza más tarde será difícil estar entre los mejores».
Tomado de abc.es